El primero, en casa
En el clima de campaña electoral constante en el que vivimos, el fracaso de la IV Conferencia de Presidentes era previsible. Mas allá de qué partido es responsable en mayor medida del naufragio, me resulta más interesante analizar las características de este tipo de encuentros, qué deberíamos esperar de ellos y cómo deberían desenvolverse.
En un país que carece de cámara territorial, la Conferencia de Presidentes debería actuar como foro vertebrador para la acción del Estado Autonómico. En ella se deberían plantear cuestiones generales con el objetivo de llegar a acuerdos que permitan una mejor coordinación entre el Gobierno Central y las Autonomías, pues ambos son elementos del conjunto y no entes antagónicos. Un presidente regional es el representante del Estado en su comunidad, nunca un caudillo local que busca la manera de engañar a los de Madrid. Un ejemplo claro lo tenemos en materia económica: es el Gobierno de la nación quien diseña, previo visto bueno de las Cámaras, la estrategia general a seguir; sin embargo, son los poderes autonómicos, una vez recibido su parte del presupuesto, quienes poseen buena parte de las competencias para ejecutar dichas líneas maestras, por ejemplo, en materia de creación de empleo.
Por consiguiente, la Conferencia de Presidentes no puede ser entendida como una versión «mini» del Congreso de los Diputados, donde las siglas de partido brillan por encima de todo lo demás. Entonces, para ser coherentes, este órgano no debe funcionar como una reunión de fin de semana, sino como escenario de diálogo interterritorial permanente de forma que, una vez sentados los mandatarios en la mesa, las decisiones sean tomadas por amplísima mayoría, condicio sine qua non de cara a que éstas sean vinculantes en modo alguno. En relación a lo dicho, es triste ver cómo se ha llegado a una reunión sin documentos previos y con instrucciones de bloque dadas, hecho, éste último, sobradamente demostrado con las ruedas de prensa.
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Los pobres dicen «no»
Ayer, los países pobres reunidos en el llamado G-77, nutrido fundamentalmente por África, se retiraron de la Cumbre del Clima de Copenhague. Quienes generan una ínfima parte de las emisiones de gases contaminantes ya están sufriendo las consecuencias del cambio climático.
Su actitud fue fruto del hartazgo generado por la forma en que las potencias occidentales están planteando la cita. Critican la falta de transparencia y la ausencia de voluntad real por un acuerdo serio. Han destapado que los países ricos evitan avanzar en el Protocolo de Kioto, la única estrategia que establece la obligatoriedad en la reducción de emisiones.
Bien es cierto que el contexto económico dificulta la lucha por el cambio climático, la cual requiere fuertes inversiones; sin embargo, la realidad actual, en todos sus ámbitos, nos demuestra que no podemos guiarnos por el corto plazo, pues todo el tiempo que perdemos hoy se lo estamos restando al futuro.
La cita de la capital danesa aún no ha concluido, mas de no ofrecer novedad alguna o profundizar en los pocos compromisos serios que existen a día de hoy, a algunos sólo les quedará pedir perdón cuando cualquier buena intención llegue tarde.
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El sainete
Volvemos a la vieja (cargue el lector tal epíteto de todo el sentido peyorativo posible) foto del mundo dividido en bloques. Los gobiernos del ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) se empeñan en hacernos creer que promueven una manera distinta de hacer las cosas, pero no hacen más que repetir desfasadas fórmulas con un estilo de dudoso carácter democrático, cuando no carente de él por completo. La escena aguantará mientras el petróleo venezolano siga generando divisas, realidad menguante, todo sea dicho.
No obstante, he de confesar que de los cuatro de la foto, Evo Morales sigue inspirándome, por decirlo de algún modo, cierta «simpatía», por sus orígenes y los de su movimiento político (véase de dónde viene Lula), así como por el objetivo que persigue en un país como Bolivia (el más pobre del continente); sin embargo, creo que se está equivocando en la estrategia y en los compañeros de viaje.
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