Hoy la actualidad mandaría hacer una reflexión sobre los sucesos (casi lo que podría llamarse un genocidio político) que se están viviendo en Libia y en general sobre los movimientos democráticos que están apareciendo en nuestros países vecinos del Mediterráneao. Se trata sin lugar a dudas de un momento de especial interés, que muchos comparan ya con las revoluciones democráticas vividas en las antiguas repúblicas exsoviéticas, pero sobre el que yo sinceramente no me atrevo a pronunciarme por falta de “razón de ciencia”, aunque, siguiendo las palabras de nuestro Rey, creo que se tratan de movimientos muy legítimos y vergüenza le tendría que dar a la Unión Europea no estar ya dando la cara por ellos.
Sin embargo, quiero dedicar este artículo a comentar la noticia que se publicó hace unas semanas de que Merkel lanzaba una oferta de empleo para “rescatar” a nuestros ingenieros superiores. A mi entender resulta preocupante que nuestros mejores cerebros tengan que largarse a buscar trabajo a otros países; aunque lo que es ya de Juzgado es la autocomplacencia política ante tal situación. Si ya me parecieron groseras las declaraciones de la Ministra diciendo que eso estaba muy bien y que su hija andaba trabajando por tierras flamencas; un artículo de una compañera de Juventudes Socialistas bajo el título “Pepa y Pepe en Alemania”, ha llegado a mis límites…
Este artículo empieza afirmando: “Algo mal ha debido hacer Alemania, la locomotora de Europa, el espejo en el que siempre nos hemos mirado en cuanto a tecnología continental se trataba, para verse ahora pidiendo personal especializado en ingenierías varias”. Y sigue con un par de párrafos afirmando que a “España ya no la conoce ni Dios” y que ahora los españoles vamos por el mundo y salimos a trabajar al extranjero con la cabeza muy alta, porque estamos muy bien formados.
Dice entonces que esta generación de jóvenes exiliados se van “no porque aquí pasen hambre”, sino porque “la España del siglo XXI es valiente y se atreve con todo”. Se van no porque tengan que enviar dinero a sus familias, ya que “lo mucho que allí ganan merecidamente lo administran para sí y lo disfrutan en buena compañía”. Claro, estos no son los emigrantes de antes que iban volvían a sus casas de “humeantes fábricas”. Y, por supuesto, termina el artículo descalificando a quien pueda pensar distinto a su autora.
Pues bien, seré un “malintencionado”, que quiero volver al “oscuro y cutre pasado” y al que además le cae un “hilo de mala baba” (como dice en el artículo); pero sintiéndolo mucho discrepo profundamente de esta visión “chachi guai” de nuestro país. Y así lo argumento:
1.- ¿Éxito de nuestro sistema educativo?
No voy a negar que en España se ha corregido el déficit de analfabetismo que existía en nuestra sociedad hace 50 años; y hoy día es casi imperceptible la tasa de personas que no han disfrutado de una educación básica. Y, aún más, es un logro que actualmente la educación universitaria esté al alcance de casi todo el mundo.
Ahora bien, estos adelantos no nos deben llevar a engaño. En primer lugar, lo cierto es que, por más que hoy día la educación básica se haya extendido a toda la población, lo que está ocurriendo también es que ésta es cada vez de peor calidad. Aquellos que tuvimos la suerte de que nuestros abuelos estudiaran, simplemente si comparamos sus libros con los que ahora estudia un niño de su edad, podemos hacernos una idea muy rápida de la pérdida sustantiva de calidad de nuestro sistema. Eso sí, debemos comparar la “letra” de los libros; porque si lo que analizamos son los dibujitos y fotitos, estoy seguro que los libros de hoy en día ganan de goleada.
¿Estos políticos que ahora se alegran se han leído el informe PISA? ¿Han visto cómo ha caído España en todos los índices cuando lo que se mide es el conocimiento de sus estudiantes? Nuestra situación es vergonzosa cuando lo que se ven no son tanto variables cuantitativas, sino cualtitativas; cuando lo que se analiza es el nivel de matemáticas o de geografía de un chaval que ha estado escolarizado… Ahí estamos ahora de furgón de cola entre los países europeos.
Tenemos, por tanto, una educación que es cierto que se ha extendido, lo cual en principio es bueno; pero que por otro lado empeora su calidad y el nivel de la formación que exige. Todo ello bañado siempre con un sistema educativo que se ha fraccionado en 17 taifillas en las que es posible, como a mí me ocurrió, que se prestara más atención a estudiar “las ramblas de Murcia”, que los “ríos de España”; o que tuviera que examinarme en selectividad de un señor que se llama Eloy Sánchez Rosillo, por ser murciano, y sin embargo nada viera en el bachiller de un tal Cervantes o de unos hermanos Machado, por ser herejes de otras tierras. Un sistema en el que un niño que no estudia tiene un profesor de apoyo en cada asignatura, y el que es buen estudiante se tiene que fastidiar y no dispondrá de profesorado para cursar asignaturas optativas que formativamente sean interesantes, pero que por resultar difíciles no son elegidas nada más que por aquellos que de verdad están preocupados por su educación. Un sistema que permite que un alumno llegue a la Universidad y afirme en 3º de carrera que “Bolonia (como todo el mundo sabe) es una ciudad de Alemania” o que no se pueda entender un escrito por falta de coherencia interna de sus párrafos y de las propias frases (son ejemplos reales y no muy exagerados).
Y el mal de los males, la causa de las causas: unos políticos cuya única preocupación es resolver el “fracaso escolar”, garantizar el “nivel de alumnos matriculados” y reducir la “tasa de abandono”; que luego esos alumnos no sepan nada y sean bárbaros entitulados, es lo de menos… Si para reducir el fracaso escolar y que la gente no abandone hay que regalar títulos y aprobar “a tontas y a locas”, que así sea… Pues lo siento, pero por lo que a mí respecta soy un retrógrado pero nunca podré bendecir la evolución de un sistema educativo en el que por más que haya millones de alumnos matriculados y con títulos (cosa en sí misma no mala), luego resulte que su nivel de conocimientos es comparativamente más bajo que lo que teníamos antes (esto sí que es malo). Y hasta que los políticos no se den cuenta de esto, nuestra educación seguirá perdida; y sin educación, hay difícil futuro…
2.- Los que se van con la Merkel
Es cierto, a pesar de la crítica al sistema educativo, hay que reconocer que España siempre ha dado a grandísimos intelectuales, grandísimos trabajadores y grandísimos científicos e ingenieros. Hemos tenido un sistema universitario que, a pesar de su gran contenido teórico (o en parte también gracias a éste que es defecto y virtud al mismo tiempo), ha proporcionado a gente muy preparada. Lo hacía entonces, y lo sigue haciendo ahora.
Una constante en la historia reciente de España, sobre todo a lo largo del pasado siglo XX, ha sido la “fuga de cerebros” de nuestro país. Con carácter general nuestro país no ha apostado por el desarrollo científico e investigador (aunque haya dado a grandes en estas áreas). Si bien, salvando gente muy excepcional que podía marcharse a realizar sus investigaciones a los grandes centros extranjeros (especialmente americanos o alemanes), lo cierto es que como el número de universitarios no era muy alto, aquellos que alcanzaban este nivel encontraban buenos trabajos y permanecían en su tierra. Eran entonces las clases obreras las que sumidas en situaciones de casi pobreza tenían que ir a buscar trabajo a otros países. Esas gentes a las que cantaba Juanito Valderrama en su “Emigrante”.
Sin embargo, el exilio que se produce hoy día es de signo diverso. Hemos dicho que en España tenemos una hipertrofia universitaria: hemos pasado del extremo en el que el título universitario era algo casi inalcanzable, a que ahora todos tengan que tener su título como tales. Pues bien, dentro de esta “masa de titulados”, hay lógicamente algunos muy bien preparados, otros que lo están a medias, y otros muchos que tienen un título como quien lo gana en la tómbola. En este sentido, creo que hay universidades muy serias de las cuales la mayoría que salen titulados serán buenos profesionales en general; aunque también nuestro sistema está tristemente tolerando determinadas universidades que son, como digo, verdaderas subastas donde se pueden comprar sin preparación, ni esfuerzo, ni conocimiento, títulos universitarios. Dejo de lado una reflexión que también sería interesante, y es que en general las universidades españolas se puede decir que forman buenos profesionales; pero creo que cada vez más se alejan de ese ideal orteguiano de lo que debe ser un universitario, de ese universitario como humanista, que además de conocer su profesión tiene un sentido por la cultura y por lo humano. Cada vez tenemos más titulados que, aunque les reconozcamos su valía profesional, sin embargo son verdaderos bárbaros. Estamos creando un “proletariado profesional”, gente con títulos académicos pero abocados a la mendicidad intelectual; personas que seguirán siendo esclavos en una sociedad alterada y consumista, en puesto de procurar esa autonomía y libertad personal que ofrece el cultivo de la cultura.
En este marco, los que ahora se van de nuestro país son otros muy distintos a los de antaño. Es cierto que se van en otras condiciones, pero no por ello deja de ser muy triste. Hoy día España sigue perdiendo a grandes cerebros que serían de gran valía a nuestro país, pero que, por no encontrar reconocimiento o medios en esta Patria nuestra, tienen que buscar asilo en otros páramos. En esto poco ha cambiado la cosa.
Pero luego tenemos entonces a ese nuevo “proletariado profesional” que son los que hoy día ya se están teniendo que marchar de nuestro país. Jóvenes que llevan toda su vida formándose como buenos profesionales (traductores, médicos, enfermeros, ingenieros de mil tipos, científicos…), con estudios universitarios de cierta calidad, con idiomas, con estancias en el extranjero; pero que ahora se ven obligados a abandonar su tierra para buscar trabajo en otros países. Ya no van a fábricas humeantes, pero reitero que tampoco creo que la mayoría vaya con la sonrisa en la boca.
Son muchos los amigos que tengo que han perdido sus trabajos en España y que se han tenido que largar a otros países: Brasil, Irlanda, Reino Unido, Bélgica, Alemania… Ninguno de ellos se ha ido porque de corazón así lo quisiera, sino forzado ante un país que forma cada vez más universitarios pero que luego no puede acogerlos. Y eso es algo que trasciende a la crisis actual, algo que por supuesto lo ha agravado. Por poner otro ejemplo, son ya muchos los años que los jóvenes investigadores se han tenido que reunir en esta asociación de “precarios”. ¿Cuántos jóvenes universitarios bien formados están trabajando como dependientes en tiendas de cualquier cosa?
Lo siento pero nuevamente no coincido en la visión dada por los políticos. La mayoría de aquellos que ahora se van de España buscando trabajo, no creo que lo hagan con la cabeza alta y la sonrisa en la boca; muy al contrario, por lo que he podido comprobar son gentes a los que les entristece grandemente ver que en su tierra no se les reconoce. Es un sentimiento de frustración. La frustración de quienes se saben bien preparados y resulta que no son acogidos ni reconocidos en su tierra; que ven que para poder fructificar profesionalmente, tienen que “desnaturalizarse”. Es cierto, tendrán grandes sueldos en Alemania con la Merkel, y emplearán esos sueldos en lo que les dé la gana porque no tendrán que mandar remesas a España; pero lo cierto es que siguen suspirando por España. En definitiva, España son sus familias, sus amigos, sus cervecitas… Aquello que llena la vida de uno. Podrán reconstruirla, sí; pero no deja de ser triste que tengan que hacerlo lejos de sus casas.
3.- Algo mal habrá hecho Alemania
Con esto el artículo que aquí critico pone de manifiesto el colmo de la necia autocomplacencia. Siempre se ha dicho que la botella se puede ver medio llena o medio vacía, pero es que verla aquí llena es de verdad una loa a la necedad. No es que Alemania lo haya hecho mal y ahora la pobre esté necesitada de buenos ingenieros; sino que, por un lado, es un país que está ya creciendo económicamente y que tiene capacidad de asumir no sólo a los propios sino también de fichar a otros buenos de fuera. Por utilizar un símil futbolístico, diría que un gran club es aquel que además de dar entrada a sus canteranos, tiene fuerza y solvencia como para comprarle los mejores jugadores al vecino.
Lo triste es entonces que el equipo vecino vea como son entonces sus canteranos los que se largan a otro lado por no tener oportunidades. Esto es una verdadera sangría. Ya he dicho que es una sangría personal, y es que creo que a todos nos hace ilusión quedarnos en nuestro equipo de toda la vida y hacerlo grande; pero, como es lógico, si mi equipo sigue sin despegar y además no me ofrecen puesto para trabajar, pues al final me toca largarme.
Pero, además, es una auténtica sangría para el propio país (o equipo). Nuestro país se gasta millones y millones en formar a jóvenes, les da una educación y una universidad (a pesar de los defectos ya señalados), y luego resulta que llegan y se los llevan para que produzcan en otros sitios. Así que nosotros le pagamos la cantera, pero los goles los mete luego en otro club y contra nosotros mismos.
Nosotros formamos a un buen teleco, pero luego estamos muy satisfechos de que se vaya a la Siemens a Alemania y haga allí los diseños y las patentes; que ya luego le compraremos las lavadoras y los aviones a los alemanes.
Me da a mí que la balanza está algo desajustada… Algo que es como digo una ruina para cualquier país. Cuando un país pierde su gran capital humano, está condenándose de la manera más absoluta.
4.- El colofón
Verdaderamente creo que la situación social de España es preocupante por la deriva en la que se encuentra. El sistema educativo, por más que haya conseguido extender la educación, sin embargo adolece de un déficit de excelencia y su calidad cada vez es peor. Aunque admitamos que formamos buenos profesionales, sin embargo es tal el exceso de los mismos que se produce que nuestra sociedad los está “de(s)preciando”. Pero es que, lo peor, rechazados y sin oportunidades en su tierra, a muchos de los mejores no les está quedando otra oportunidad que abandonar su tierra y largarse a ganarse la vida allende de las fronteras. Esto es un gran sacrificio personal, pero también social: la sociedad está perdiendo en el sentido económico pero también en el humano a grandes valores; y todo ello porque nos encontramos en un país que ha decidido apostar en buena medida por la mediocridad gubernativa.
A aquellos que se jactan y se complacen con estas noticias sobre la educación española, les diría algo que nos decía una profesora en el colegio cuando hacíamos algo indebido: “Hay tontos que tontos nacen, hay tontos que tontos son, y hay tontos que vuelven tontos a los que tontos no son…¿ustedes de qué tipo de tontos quieren ser?”. Pues bien, al menos no sean de esos que vuelven tontos a quienes tontos no son.
Fdo. El tonto del higo.
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