Habiendo sido hace unos días el “debate sobre el estado de la Nación”, se esperaría que ahora viniera a hacer un comentario sobre el mismo. Pues bien, siento decepcionar a quien así lo esperara pero no lo voy a hacer, y me justifico por ello. No hay más razón que el hecho de que no me dio la gana de verlo. Tuve incluso la tentación; aún más, llegué a encender la televisión… Pero, la verdad, cuando vi el “ruedo” parlamentario, me entró tal desazón que rápidamente corregí mi impulso visceral y apagué el televisor.
Pues sí, para mí, que me considero un amante de la política, aquellos de los que Aristóteles llamaba zoon politikon, ver nuestro “debate sobre el estado de la Nación” era una “querencia natural”; aunque este año me pudo el desafecto. El desafecto hacia una clase política que no tiene credibilidad alguna y de la cual no podía esperar que dijera nada interesante más allá del “y tú más” que escuchamos todos los días. Para eso, para oír lo de siempre, prefiero emplear mi tiempo leyendo los debates entre Ortega y Azaña, que nos reseñaba mi buen amigo Josemi, los cuales tristemente reproducen problemas todavía actuales, aunque por lo menos en aquellos tiempos eran tratados con altura e inteligencia por políticos, que eran, antes que eso, humanistas e intelectuales. Así, prefiero igualmente emplear mi tiempo mejorando el inglés, para poder disfrutar de un verdadero y serio debate político escuchando el “debate sobre el estado de la Unión” norteamericano, el de aquellos del Burger King, pero que en esto de política, democracia y respeto a la Constitución, nos llevan unos cuantos siglos de adelanto. (más…)