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Posts Tagged ‘Igualdad’

Iba paseando camino de la Universidad por Sevilla y, de repente, cuando he llegado a la altura del Excelentísimo Ayuntamiento de la Ciudad, me ha llamado la atención que allí donde suele ondear la bandera de la Unión Europea, en la cúpula de la propia casa consistorial, se erige ahora una bandera del «orgullo gay».

Simplemente me gustaría oír ahora lo que dicen quienes con tanto celo defienden que no se pueden poner signos religiosos en lugares oficiales porque hieren su sensibilidad… O, como pretende el abogado Mazón, quien quiere que se retire el Cristo de Monteagudo, porque, según él, es contrario a la libertad religiosa. ¿Poner una bandera representativa de una determinada condición sexual en un lugar oficial, es más, en el puesto propio de una bandera oficial, no compromete la «neutralidad» del Estado? A ver si ahora vamos a «asignarle» condición sexual al Estado…

Si el otro día defendí que las personas religiosas podamos celebrar tranquilamente nuestras fiestas y santorales, no puedo ahora, so pena de ir contra mis propios actos, lo cual denotaría mala fe, criticar que quienes tienen una determinada condición sexual puedan hacer las fiestas que gusten. Sin embargo, igual que en su momento afirmé que en lugares «oficiales» -que es distinto de públicos-, allí donde están situados los símbolos del Estado, no deben situarse los propios de una confesión -vid. a este respecto https://inpurisnaturalibus.wordpress.com/2009/11/07/el-tribunal-europeo-es-contrario-a-la-exhibicion-de-crucifijos-en-las-aulas/– . Esto mismo lo sostengo con quienes apartan una bandera oficial para situar la propia de su condición sexual.

Pero, sobre todo, me molesta en extremos el doble rasero de lo políticamente correcto. En parte siento que adherirse a la fiesta del orgullo gay es «progre» y es «políticamente correcto», por lo que quien lo critique será tachado de fascista. Pero, sin embargo, como las procesiones o el corpus eso es de «otra época», podemos llamar «capillitas» o «carcas» a quien lo disfruta y alegar que tales expresiones religiosas nos hieren la sensibilidad por lo que debieran ser privadas.

Pues bien, o todos moros o todos cristianos. Vivimos en una sociedad plural, por lo que dentro de unos límites, todos debemos poder expresarnos libremente y ejercer las manifestaciones públicas que deseemos. Si unos quieren sacar procesiones, pues perfecto; y si otros quieren hacer una fiesta en honor a su condición sexual y celebrar que han alcanzado la igualdad de derechos después de muchos años de represión, igualmente bien. Ahora, todos iguales. Para todos la misma «sensibilidad». Ese respeto que piden los homosexuales para celebrar su día y hacerlo públicamente por las calles de la ciudad, tiene que ser igualmente reconocido a aquellos que lo que quieren es hacer pública su fe religiosa. Y, de igual manera que criticamos que se pusieran crucifijos en el sitio de presidencia de las aulas de los colegios públicos, junto a la imagen del Jefe del Estado; no puedo admitir que se ponga una bandera gay en puesto de la de la Unión Europea sobre la Casa Consistorial.

Dejémonos de hipocresías, de dobles raseros y, sobre todo, de categorías de lo políticamente correcto. Porque, como he dicho, aquí «o todos moros o todos cristianos».

Germán T.

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Parece que el Ministerio este nuevo de la (des)iguladad, lo es también de la dilapidación (de fondos). No me sorprende, en cualquier caso. Porque un Ministerio sin-sentido, pero eso sí, con mucha sensibilidad; no podría hacer otra cosa que gastar dinero en publicaciones más o menos absurdas.

Si se quiere crear un Ministerio de Igualdad, que por lo menos sea de igualdad; y no se dedique a ser el Centro de Estudios Feministas de España, oficializando una determinada ideología como parte de un nuevo «credo laico» que nos viene impuesto y contra el que, si alguien osa levantarse, verá como cae sobre él, el peso de lo «políticamente correcto». Como  decía el otro día un compañero de clase, el feminismo es la otra cara del machismo, aunque todavía más peligrosa porque mientras que la una es por todos criticada, la otra se ha convertido en doctrina oficial e inatacable.

Este Ministerio en puesto de trabajar por la igualdad efectiva, que dentro de su poca lógica al menos tendría entonces algún genero de razonabilidad, parece que se dedica a subvencionar estudios e investigaciones feministoides y ello, al poder ser, aderezado siempre de altas dosis de positiva «discriminación». Ojo, compañeros varones, como las cosas sigan así al final nos mandan a vivir a una «reserva natural» .

Os dejo el titular del día que publica ABC: «AÍDO GASTA 26.000 EUROS EN UN «MAPA DE EXCITACIÓN SEXUAL DEL CLÍTORIS«. (Esperemos que lo podamos disfrutar con vigor…) (más…)

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Vigo. O sea, Galicia. España. Estado moderno –dicho sea lo de Estado con las cautelas oportunas–. Democracia constitucional con supuestos derechos y libertades de cada cual. En mi casa mando yo, resumiendo. Y mi amigo Manolo, que es un ingenuo y se lo cree, necesita cubrir un puesto de auditor. Es una oferta seria y bien remunerada. Así que publica un anuncio en la prensa local: «Se necesita auditor para empresa solvente». Y empieza el circo.

La cosa se encarna en inspectora de Trabajo y Asuntos Sociales, con todas sus letras. Hola, buenas, dice la pava. ¿Cómo es que solicitan ustedes un auditor, y no un auditor o una auditora? Mi amigo, que es hombre culto, conoce las normas de la Real Academia en particular y de la lengua española en general, y no trinca de la corrección política ni de la gilipollez pública, como otros, argumenta que auditor es masculino genérico, y que su uso con carácter neutro engloba el masculino y el femenino desde Cervantes a Vargas Llosa, más o menos. No añade, porque es chico educado y tampoco quiere broncas, que no es asunto suyo, ni de su empresa, que una pandilla de feminazis oportunistas, crecidas por el silencio de los borregos, la ignorancia nacional y la complicidad de una clase política prevaricadora y analfabeta, necesite justificar su negocio de subvenciones e influencias elevando la estupidez a la categoría de norma, y violentando a su conveniencia la lógica natural de un idioma que, aparte de ellas, hablan cuatrocientos millones de personas en todo el mundo. Olvidando, de paso, que la norma no se impone por decreto, sino que son el uso y la sabiduría de la propia lengua hablada y escrita los que crean esa norma; y que las academias, diccionarios, gramáticas y ortografías se limitan a registrar el hecho lingüístico, a fijarlo y a limpiarlo para su común conocimiento y mayor eficacia. Porque no es que, como afirman algunos tontos, las academias sean lentas y vayan detrás de la lengua de la calle. Es que su misión es precisamente ésa: ir detrás, recogiendo la ropa tirada por el suelo, haciendo inventario de ésta y ordenando los armarios. (más…)

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