Serían las seis cuando, convencido de la inutilidad de mis esfuerzos para convencer a mis compañeros de la urgencia de tomar por nuestra propia cuenta el poder aquella misma tarde, salí de la biblioteca y, atravesando el vestíbulo, subí los primeros peldaños de la escalera. Desde allí, dirigiéndome al público que llenaba la planta baja, pregunté en medio de un silencio absoluto:
―¿Estáis dispuestos a venir conmigo a ocupar el Ministerio de la Gobernación?
El griterío fue tal que mis compañeros salieron precipitadamente de la biblioteca y… ya no pudieron volver a ella, arrastrados por la riada humana tras de mí y de los que conmigo salían a la calle, en busca de los coches. Cogí del brazo a Largo Caballero, que era el único que había asentido a mi propuesta durante la discusión, y subimos al coche.
[…]
De pronto, se abrieron las puertas de par en par, y apareció en el zaguán un piquete de la Guardia Civil cerrando el paso. Me cuadré delante de ellos, me descubrí y les dije:
―¡Señores: Paso al Gobierno de la República! Los soldados, como si lo hubiesen ensayado previamente abrieron el paso y, en dos filas, una a cada lado, presentaron armas.
Miguel Maura. “Así cayó Alfonso XIII”.
Me gustaría haber publicado este texto el pasado miércoles, 14 de abril; sin embargo, los exámenes mandan. Posiblemente, las líneas que lo encabezan y la imagen de la izquierda hayan encendido las pasiones, en un sentido u otro, propias del maniqueísmo característico de nuestro país, en el que según la opción política sólo se puede ser de un determinado equipo de fútbol o escuchar determinada música, por ejemplo. Mas no es mi intención hacer aquí reflejo de atavismos sobradamente conocidos, sino la de recordar un poco el pasado, no tan distinto de las fechas actuales, para sacar conclusiones útiles para el futuro. No es, pues, éste un alegato en defensa de un modelo de estado, ni de un determinado frente. Por favor, júzguese después del punto y final. (más…)