Creo que por lo que aquí escribo no es difícil atisbar cómo pienso y que mis críticas hacia este Gobierno no proceden de la reacción, sino de la desilusión.
En este momento, el suceso que motiva este escrito es el siguiente:
Ayer tuvimos una reunión en Madrid, auspiciada por una academia de preparación al MIR, para informarnos de los cambios de las próximas convocatorias: en concreto, de la famosa “troncalidad”. Y, aunque el texto aún puede sufrir alteraciones menores hasta su publicación (se espera que salga antes de un mes, vía Real Decreto), su aprobación significará una patada en el estómago a la formación de los Médicos Internos Residentes en España.
Per Ardua ad Astra (Troncalidad en el MIR)
Ya comenté en entradas anteriores que bajo la presidencia de Zapatero se han practicado políticas que «analizadas a fondo, pocos socialistas reconocerían como propias». Quiero profundizar ahora en uno de los puntos fudamentales por los que naufraga este Ejecutivo.
En los últimos tiempos vengo repitiendo que gobierne quien gobierne, parece que las leyes siempre las redactan los mismos, en la mayor parte de los casos refiriéndome a cuestiones educativas, ámbito en el que más me he movido pues a mis 23 años no he hecho cosa distinta a estudiar. Y es que a día de hoy, es imposible negar una realidad bien conocida en democracias más antiguas que la nuestra: el poder de los grupos de presión o lobbies (ahora que por comodidad usamos cada vez menos la lengua de Cervantes).
Por desgracia, este hecho se hace cada vez más patente en el período actual. Quizá el mayor y más claro ejemplo es la condescendencia con las exigencias de la Sociedad General de Autores Españoles (SGAE), circunstancia que ha llegado a enervar de forma manifiesta a la sociedad española, que no comprende cómo puede prevalecer el interés de un colectivo privado hasta el punto llevar a cabo reformas legales, que vienen a restringir cuestiones a las que nuestras leyes ya daban cobertura (No al «estado de excepción» para internet).
Otro de los temas clave ha sido el nuevo Máster en Formación del Profesorado. La introducción de dicho título, que podría haberse convertido en una clara mejora en la formación de postgrado de nuestros profesionales de la enseñanza, se ha quedado en una más de las hazañas de la «élite» de pedagogos que dirigen el Ministerio de Educación. Perplejo quedé cuando el ministro Gabilondo reafirmó las medidas que él mismo criticó en una conferencia organizada en la Universidad de Murcia, que tuve la oportunidad de coorganizar y copresentar.
Podría seguir enumerando ejemplos, pero iré directamente al que abre este escrito. Hasta ahora, los estudiantes de Medicina la acabar nuestra licenciatura nos presentábamos al examen MIR y en función de la puntuación obtenida en dicha prueba y nuestro expediénte académico, podíamos elegir plaza de formación especializada. Cabe aclarar que el examen MIR es una prueba única a nivel nacional, de manera que supone una evaluación homogénea y objetiva.
Sin embargo, lo que se pretende con el nuevo decreto de troncalidad es introducir una segunda prueba a realizar después del segundo año de residencia; pero que no será única e igual para todos, sino diseñada por cada hospital (o conjunto de hospitales), siendo ésta la que te permita elegir especialidad dado que los dos primeros años quedan relegados a «formación general» dentro de una determinada rama (especialidades médicas, especialidades quirúrgicas, diagnóstico por la imagen…). Dicho de otro modo, que quien decidirá si haces una determinada especialidad quirúgica (por poner un ejemplo) u otra será tu jefe de servicio, así que pobre de ti como coincidas en la misma área con su hijo o algún sobrino.
En definitiva, y lo que venía a decir al principio, con esta clara ganancia de peso de los distintos grupos de presión se están subvirtiendo los principios democráticos y consumando la disolución de las ideologías políticas en pro de intereses privativos. Resulta increíble cómo desde ciertos ministerios asumen sin filtrar el trabajo que realizan ciertas «comisiones técnicas o de expertos». Un claro triunfo del poder suave que teorizó Focault, como bien nos ha enseñado Germán (Los compadres y Focault).
Tururú.
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